La columna escrita en PERFIL hace algunas semanas sobre la reforma tributaria que requería la situación argentina no pretendía ni podría ser, por las limitaciones espaciales de la misma, un programa económico completo. El objeto de la nota era invitar al debate de uno de los temas decisivos a la hora de pensar el país que queremos en el marco de lo que fue una campaña electoral anémica de ideas.
Es innegable que en las campañas electorales el tratamiento de muchas propuestas no es riguroso. Se promete más educación, más salud, más seguridad (entre otras cosas), sin precisar los planes concretos en estas áreas ni el financiamiento de los mismos.
Lamentablemente, esto no se limita a las campañas sino que también se observa en el procedimiento legislativo de muchos proyectos de ley. Un ejemplo claro fue el caso de la estatización del sistema previsional, donde en las escasas dos semanas de debate los cálculos actuariales y la sustentabilidad del sistema estuvieron ausentes.
Con relación a la eliminación y modificación de los impuestos que proponemos, el cierre presupuestario asociado a estas medidas comprende una combinación de: a) cambios en impuestos existentes; b) una menor tasa de crecimiento del gasto público en forma tendencial; y c) autofinanciación producto de los efectos de oferta inducidos por menores tasas así como por no deducibilidad como gasto u otros tributos.
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1 comentario:
Una vez más, en la última campaña electoral asistimos a las mismas carencias de siempre. Una falta total de ideas respaldadas y fundamentadas con las correspondientes acciones para alcanzarlas.
El grave, gravísimo problema de los argentinos, está en la falta de preparación intelectual y moral de los políticos. Cualquiera que tenga voluntad de serlo y además, cuente con los contactos para llegar al poder, puede convertirse en candidato a todo, a cualquier cosa que lo deje en la función pública para aprovecharse de ella.
Los impuestos en éste país parecen intocables, ní hablemos del impuesto al cheque..... Nadie (ningún gobierno o funcionario público) quiere dejar de cobrar lo que ya entró a la "Caja" del Estado.
Los subsidios a los pobres (en cualquiera de sus formas y presentaciones) siempre fueron usados para demagogia y nunca como un peldaño a la dignidad de quienes lo reciben. Y los subsidios a empresas privadas siempre sirvieron para beneficiar a un cliente privado que "retribuye" al Estado benefactor.
Gracias por permitirnos participar de sus profesionales artículos, que tan bien les vendría a los candidatos ganadores y perdedores, ser leídos.
Atte. Nora Caligiuri
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