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lunes, 6 de septiembre de 2010

Banco Central, con doble discurso | Artículo Diario Clarín

Debido a los desvíos que tuvo el programa monetario, sobre todo en la meta que es más difícil de manipular que es el agregado monetario M2 del sector privado, hubo un debate y un intercambio de visiones sobre la viabilidad del cumplimiento del plan monetario por parte del Banco Central de este año, y la conveniencia de reformarlo por la acumulación de irregularidades que no van a ser sostenibles en el tiempo.

Efectivamente, los guarismos de emisión monetaria hacen prácticamente imposible cumplir genuinamente las metas aunque, como se hizo en los trimestres anteriores, se puede realizar una manipulación estadística que al menos en el agregado que incluye los depósitos del Gobierno, haga aparecer como cumplido el programa monetario.

Pero la pregunta relevante es: ¿qué es lo que hay detrás de este debate? En realidad, lo que hay detrás es que la meta, que era bastante expansiva en materia de política monetaria -cercana al 19%-, es absolutamente inconsistente con la verdadera inflación que tiene la economía argentina, y con lo que el Banco Central y el Tesoro de la Nación están demandando. La pérdida gradual de independencia que padeció la autoridad monetaria llevó a ampliar los márgenes de emisión para financiar los tres temas que fijó Mercedes Marcó del Pont: el Tesoro, los redescuentos al sector privado y una mayor compra de dólares.

¿Qué es entonces lo que el Gobierno está manifestando realmente allí? Primero, está reconociendo que la inflación es mucho más alta que la que indican los números del Indec. Segundo, que la política monetaria pasó a ser absolutamente pasiva a las demandas del Tesoro y a la política de redescuentos. Y por último, que ha reemplazado la generación genuina de recursos para adquirir su posición de reservas por la emisión inorgánica.

En estas condiciones, es probable que el programa monetario tenga que ser modificado a menudo, y es tan esperable que hacia el año que viene se tenga que proyectar un nivel de expansión monetaria aún mayor. Lo que ocurrió es que el Gobierno comenzó a reconocer el uso del impuesto inflacionario como uno de los mecanismos poderosos de financiación de la gestión pública, y en ese aspecto tal instrumento no debe ser subestimado. Si se suman los pasivos monetarios del Banco Central, es muy fácil percibir que la cifra que puede alcanzar el impuesto inflacionario, oscilando entre el 25 y el 30% la tasa de inflación, va a estar cercana a los 18.000 millones de dólares. Ese número sin duda permitirá cumplir con los tres objetivos que se fijó la nueva conducción del Central, aunque no esté previsto en el dictamen presupuestario del Congreso, ni esté incluido en las explicaciones que se dieron por parte de las autoridades monetarias a los diputados y senadores del Congreso de la Nación.

El impuesto inflacionario es lo que nos hace diferentes a los otros países emergentes. En el resto de las naciones, se observó un cambio dramático en su comportamiento respecto al medio siglo que siguió finalizada la Segunda Guerra Mundial. A su vez, las crisis del siglo XXI fueron mucho más tenues en los países emergentes que en los países más desarrollados. Brasil, Uruguay, China, India, Chile y Corea del Sur, entre otros, desarrollaron una política monetaria y fiscal más sólida y consistente que la que implementaron España, Italia, Estados Unidos o el Reino Unido.

¿Y cuál es el gran atributo que países emergentes consolidaron y que la Argentina perdió? Básicamente, la tasa de inflación. En nuestro sistema político institucional, con el desplazamiento de las autoridades del Banco Central y la subordinación al Poder Ejecutivo, se convirtió al Banco Central en un apéndice de la Tesorería, y este recurso tan nefasto en términos sociales e institucionales, como es la implementación de un impuesto no legislado, por su impacto sobre los sectores más vulnerables de la sociedad pasó a configurarse en uno de los elementos decisivos del financiamiento del sector público.

Cabe destacar que el impuesto inflacionario es bastante más significativo que el impuesto a las exportaciones (retenciones), y sin embargo, todavía nuestra sociedad no tomó conciencia de eso. No sólo es más significativo en monto, sino que es más distorsionante en términos institucionales (porque es impuesto no legislado), es más unitario que el resto de los sistema porque concentra todos los recursos en el poder central, y lo que es peor, desorganiza todo el sistema impositivo más sano y progresivo de nuestro país, generando esa mentalidad de rapiña que estuvo asociada a todo el proceso de alta inflación.

Abandonar el programa monetario, abandonar la autonomía del Banco Central y abandonar las reglas de juego no forman parte de las políticas adecuadas y estratégicas que debe seguir nuestra Nación.
Publicado por el Diario Clarín Lunes 6 de septiembre de 2010
Por Ricardo López Murphy. Economista y Líder de Convergencia Federal

1 comentario:

rab dijo...

Tengo edad como para no olvidar que la inflación es la forma más cruel de imposición. ¿Acaso los legisladores que pusimos en sus bancas en la última elección no lo entienden? Si realmente son impotentes para evitar estas maniobras ¿qué defensa nos queda?
Recuerdo los billetes de 1 millón. ¿Queda alguien que opine que basta quitarle algunos ceros a la moneda y empezar de nuevo?
Su voz de cordura consuela, pero el tiempo se acaba.