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jueves, 16 de septiembre de 2010

La última reforma del Mercosur representa un retroceso

MUGICA, LULA, KIRCHNER Y LUGO EN LA CUMBRE DEL MERCOSUR, REALIZADA EN SAN JUAN

La reforma reciente de las estructuras arancelarias del Mercosur atenta contra nuestros intereses y objetivos de largo plazo. Afecta, centralmente, la organización económica y las reglas de juego que impulsó nuestra nación junto con Brasil, Uruguay y Paraguay, todos miembros fundantes del tratado regional.

Los acuerdos internacionales y áreas de integración entre diferentes países han sido una práctica muy importante en los últimos 30 años. La lógica detrás de la integración económica es, esencialmente, aumentar y facilitar la ampliación del mercado, para poder maximizar el uso de la ventaja de los recursos propios y poder integrar un mecanismo de especialización intraindustrial. Básicamente, para mejorar la eficiencia en la asignación de recursos, tratando de crear, en lugar de desviar, comercio.

Y esto sucede cuando surge un intercambio que no existía, mientras que se desvía comercio cuando se sustituyen proveedores del resto del mundo por los del propio acuerdo, a costos mayores que los que resultan de incorporar los bienes del oferente de extrazona.
Sin embargo, hay otros componentes y otras razones que han estado detrás de estos acuerdos, relacionados con la capacidad de generar un horizonte estable de reglas de juego, que no sea modificable por los lobbies internos o por las presiones domésticas corporativas.

En ese esquema, también se agregan otros atributos, que tienen que ver con el atractivo de la inversión extranjera, lo que constituye el factor más movilizador de la economía, pero que en general requiere ciertos puntos básicos: primero, mercados de suficiente tamaño. Segundo, reglas de juego estables. Y tercero, oportunidades de insertarse en el mundo con condiciones que respondan a datos estructurales y no a circunstanciales y arbitrarios subsidios o medidas promocionales.

En ese aspecto, también hay que destacar que la inversión extranjera es conveniente "sólo" cuando las reglas tributarias, arancelarias y de reembolsos que enfrenta hacen compatibles los precios internacionales de los bienes y servicios que producen con los precios domésticos.
En caso contrario, muchos años atrás, Carlos Díaz Alejandro probó que la acumulación de recursos podía ser empobrecedora, porque los subsidios podrían forzar a inversiones de baja rentabilidad social pero sostener artificialmente la rentabilidad privada.

Existen también otras dimensiones en los acuerdos comerciales, por ejemplo las que estuvieron detrás de la estrategia de la Unión Europea, del Nafta o de los países del sudeste asiático.

Y esto tiene que ver con tres aspectos muy significativos. El primero es abrir mercados. No es que la Argentina "se abre" a otros países, sino que a cambio "consigue ingresar" en mercados donde de otro modo sería sometida a tratos diferenciales.

En segundo lugar, el hecho de promover estos acuerdos genera reputación, es decir, produce normas que son costosas de remover. En nuestro caso, por ejemplo, como tienen carácter constitucional, son más significativas que las leyes domésticas, y ello crea un entramado que asegura y alarga el horizonte de inversión. Esto afecta la inversión pública, la inversión extranjera, pero, sobre todo, desarrolla un clima de negocios previsible y perdurable.

Lo que puede ganar un país previsible respecto de otro imprevisible es fácil de ver en las mediciones de riesgo país, y parte de ello depende de las circunstancias fiscales y de financiamiento, pero parte también de las reglas de juego y de las políticas que se llevan adelante.
En último lugar, la cooperación en todos estos aspectos crea el ambiente para trabajar también en otras dimensiones, como en defensa, en seguridad, en la lucha contra el crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo, todas dimensiones vitales en el mundo moderno.

Por eso, esta última reforma del Mercosur representa un marcado retroceso. Allí, el gobierno argentino "logró" que se aceptara que los impuestos a la exportación (retenciones) formen parte de una decisión "autónoma" de cada Estado, y si algo tenía de valioso el Mercosur era, justamente, que obligaba a todos sus miembros a seguir normas horizontales y muy homogéneas.
Además, los diferentes impuestos a la exportación lo que generan es un mecanismo de asignación de recursos muy nocivo para el largo plazo que hasta esta reforma, aunque la Argentina los aplicaba, era una violación del Tratado.

Ahora lo que se hizo es cambiar radicalmente la estructura arancelaria de la zona. Perdimos el mecanismo de previsibilidad y de reglas de juego que estaba implícito en el Mercosur. Por eso, la reforma fue profundamente negativa, no sólo para la eficiencia en la asignación de recursos, para la credibilidad y el atractivo del área, sino que perjudica también los intereses de la Argentina en el largo plazo.

El autor fue candidato a presidente de la Nación en 2003 y 2007 y es líder de Convergencia Federal

Publicado por LA NACIÓN 16/09/10

1 comentario:

Unknown dijo...

Desde la revolucionaria firma del acuerdo Alfonsín-Sarney se ha avanzado rápidamente en la eliminaciòn de aranceles internos, pero la piedra contra la que siempre se choca es la imprescindible definicion de aranceles externos comunes de importaciòn y exportaciòn. Este "logro" es no sólo un tropiezo sino un retroceso en la consecucion de esa meta.