El impuesto a las Ganancias golpea a los trabajadores que tienen un ingreso un poco mayor del salario medio y, en particular, a aquellos que hacen horas extras o tienen una jornada extensa. El problema se escala por el impacto que tiene la presión tributaria sobre los salarios -sumado a la inflación- y por el riesgo que siga agudizando su accionar.
En este sentido se advierten tres principales cuestiones: En primer lugar, la política que llevó a cabo el Gobierno ha reducido dramáticamente el nivel del mínimo no imponible, con lo cual más personas deben tributar.
Un segundo aspecto, quizás más significativo, es que se han achatado las escalas y son muchos más los alcanzados por la tasa mayor.
Esto no es otra cosa que un ajuste que nace entre la combinación de la caída del mínimo no imponible, la falta de actualización de las escalas progresivas de tributación y la creciente inflación. Es decir, que están ocultando la reducción en el salario de los trabajadores, sin ningún tipo de consulta al Congreso y que produce un fuerte desajuste, en los niveles de tributación, al cual están sometidas las familias argentinas.
En un tercer aspecto, sumado al ajuste inflacionario y tributario que sufren los trabajadores de nuestro país, encontramos el régimen excepcional que el Gobierno decidió darle a quienes no cumplieron con sus responsabilidades fiscales. Así, a quienes escondieron sus verdaderos ingresos -evadiendo- y compraron dólares se les otorga un perdón que excluye todo tipo de impuesto.
Probablemente esto se deba a la imperiosa necesidad del Ejecutivo de hacerse de divisas norteamericanas para atenuar la caída de las reservas y paliar el faltante de dólares disponibles.
En este sentido, cabe reflexionar sobre el estado de ánimo de un trabajador en relación de dependencia que cobra su sueldo en blanco y que ha visto crecer día a día la presión tributaria sobre su sueldo y que, paralelamente, observa que quienes obtienen sus ingresos en negro, comprando dólares, se encuentran bajo un régimen muy beneficioso, que los libera de esa inmensa tributación, que se suma a múltiples impuestos.
Así se advierte un inevitable y fuerte desengaño, frente a la crisis de valores que implica el tratamiento favorable de aquellos que no lo merecen y el castigo feroz a quienes se esfuerzan y cumplen con sus obligaciones.
Toda esta situación se ilustra de manera perfecta con el tango que exclama: “El que no roba no mama, y el que no afana es un gil”.
Esto dimensiona el sentimiento de frustración que llevan adentro los ciudadanos argentinos que en sus diferentes rubros (profesionales, empleados, obreros, etc.) cobran más que el salario medio.
Todos ellos sienten que este sistema de blanqueo es un mecanismo injusto, inédito tanto en el plano internacional como en el local, que arrojará una amnistía sobre todos los tributos que no han sido percibidos por el Estado y que será financiado por los llamados “giles”, ciudadanos que no han tenido la hoy premiada “viveza” de escapar a sus responsabilidades fiscales
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